Soledad



¡Oh Mi Dios!
¡Oh Jesucristo!
¡Cuanta soledad!
¡Cuanta hiriente, desoladora e inalterable
soledad la que habita en mi interior!

Puede que algunos la encuentren bella,
otros reconfortante y apacible,
y quizás exista quien considere que es el mejor huésped
que puede coexistir junto con sus jóvenes y felices almas…

Pero para mí…
aquella cruel amiga…
aquella irreverente amante…
y aquella atormentadora e inhumana compañera…
la cual yo conozco como soledad,
solo me otorga el áspero sabor de la oscuridad
arrojando todo lo bueno
todo lo blanco y todo lo puro
que en su tiempo pudo haber habitado dentro de mi….

¡Ho Mi Dios!
¡Cuanta soledad!
Cuan amarga e insostenible soledad la que apaga lenta y dolorosamente,
la débil llama de mi afligible espíritu…

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