El café

iempre he sentido una profunda debilidad por el café. Y no me mal entendáis. Ya que si sacamos cuentas de mi cuota diaria de café resulta ser de una cifra bastante escueta si la comparamos con el de un buena cafetero. Por que en mi caso no suelo exceder de la tasa diaria. Tampoco soy el que se prepara habitualmente esta gustosa bebida de amargo regusto en casa por el mero deleite, una habito un tanto insulso a mi parecer salvo contadas ocasiones.

Para mi el verdadero atractivo de esta bebida resulta ser el de ir a tomarla a un buen café. Aunque, como supondréis, resulta indispensable un buen grano de calidad para que sea la experiencia más sublima y placentera.

Pero nada mejor para tomar mi humeante y férvido espresso macchiato que un buen rincón en uno de mis cafeses favoritos. Donde, sin importar que haya mucha luz o poca o demasiada gente o ninguna, las palabras, la música y el café resultan ser mi santa trinidad. Solo o acompañado las palabras discurren a mi alrededor bien sea a través de la lectura (la opinión en la prensa, un extracto de histórico de mi revista favorita, un buen libro, etcétera), a través de la música (preferiblemente jazz o rock de los 60 y 70), o de las palabras que flotan en el aire, junto al humo de los cafés y el tabaco, de conversaciones ajenas de mis vecinos cafeteros o de la que pueda mantener con mi/s acompañante/s.

Ahí es donde más suelo disfrutar de mi oscura bebida cuando estoy inmerso de lleno cualquier tipo de debate. Las ideas, todas ellas densas en contenido y trascendencia, con aliento a café, suelen aflorar con mayor elocuencia y sencillez. El contraste de las diversas opiniones que me rodean divagan por mi mente enriqueciéndome. Entonces el simple acto de ir al café se convierte en toda un experiencia de engrandecimiento espiritual. Y ahí es cuando el café se convierte en sinónimo de compartir, de inspiración, de conocimiento, de sabiduría… y sobre todo de humanidad. Ahora ya conocéis de donde viene mi profunda devoción por este solemne y a la vez intimo rito.

Para demostraros cuan grande es mi afición por el café, hoy os traigo lo que viene ser el resultado de muchas visitas a esos singulares templos públicos del tostado grano color caoba rojiza. En cada bolsita de azúcar que acompaña al café trae impreso, aparte de un cuidado diseño, una curiosidad histórica del tipo “sabias que…” o una cita célebre sobre esta célebre bebida. En particular a mí siempre me han interesado estas frases por la sabiduría que empaña cada palabra y, como si de cromos de fútbol se tratase, reuní todas las que han salido hasta ahora. Las cuales tenéis a continuación y que espero que sean de vuestro agrado.

Yo me voy a los cafeses
y me siento en los sofases,
alumbran los quinqueses
con las luces de los gases...
Ramón Gómez de la Sema

Es necesario reconocer que si el café es un veneno, lo es muy lento, puesto que yo bebo bastante tazas al día desde hace ochenta años y mi salud, como pueden ustedes ver, no ha empeorado en absoluto.
Bernard le Bobier, escritor centenario (siglo XVII)

Ah, qué dulce es el café, mejor que mil besos, más dulce incluso que el vino moscatel.
Juan Sebastian Bach. Cantata del Café (siglo XVIII)

El café llega a tu estómago y produce inmediatamente una conmoción. Las ideas empiezan moverse de un lado a otro como los batallones de un gran ejército en el cambo de batalla. Los recuerdos llegan a galope, con las enseñas al viento
Balzac. Tratado sobre los estimulantes modernos

Y la baya de Moca, de Arábica pura, en pequeños platos de porcelana llegó al fin; tazas de oro afiligranadas, para proteger la mano de quemaduras, se ponían debajo. Clavo, canela y azafrán, eran asimismo hervidos junto con el café, al que, de ese modo, echaban a perder.
Visión del café turco por Lord Byron

El café da la sabiduria a los políticos, hace que distingan lo que vela la noche negra.
Alexander Pope, poeta del siglo XVII

Negro como el demonio, caliente como el infierno, puro como un ángel, dulce como el amor.
Descripción de una taza ideal por el Príncipe Talleyrand (siglo XVII)

Se cambia más fácilmente de religión que de café.
Georges Moineaux

El mundo se divide en dos clases: los que van al Café y los que no lo frecuentan nunca. Son dos mentalidades completamente distintas y contrapuestas. Y los que van al Café, infinitamente superiores.
Georges Courteline (siglo XIX)

El café es fuerte, y abundante, me despierta. Me da calor, me comunica fuerza, es un dolor acompañado de placer. Yo prefiero sufrir a no sentir.
Napoleón Bonaparte

He dicho alguna vez, con escándalo acaso de ciertos pedantes, que la verdadera universidad popular española ha sido el Café y la plaza pública.
Miguel de Unamuno

El café es una especie de semilla de color amarillo limón, que tiene un diferente aroma; su infusión fortifica los miembros, limpia el cutis, seca los humores malignos y da un olor excelente a todo el cuerpo.
Avicena (Siglo X)

La mujer es como una buena taza de café: la primera vez que se toma, no deja dormir.
Alejandro Dumas

Esta bebida de Satanás es tan deliciosa que sería una pena dejarla para los infieles... Deberíamos echar de ella a Satanás y convertirla en una bebida cristiana mediante el bautismo.
Papa Clemente VIII (siglo XVI)